La termoeléctrica Colbún en Coronel ya lleva casi 10 años funcionando y con ello liberando gases tóxicos a la población no solo de personas sino de biodiversidad natural, tanto plantas como animales se ven afectados lo cual se ve claramente en los pequeños campos que tienen los pobladores para sembrar. Pasto seco, árboles muertos y un paisaje lánguido son parte de lo que produce una termoeléctrica que no está adecuada a las nuevas necesidades de un mundo que pide a gritos preocuparnos por el planeta y su protección. La frase «cuida el planeta tierra, es la única que tenemos» no ha tenido nunca tanto sentido como ahora, donde estamos viviendo una crisis ambiental. El desafío entonces es crear industrias amigables con el medio ambiente y los seres vivos que lo rodean, para así producir sin destruir.